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Una mirada particular
jueves, 1 de junio de 2023
miércoles, 24 de agosto de 2016
Le gusta beber del grifo
Le gusta beber del
grifo del cuarto de baño, ahora no puede dar un salto desde el suelo, y lo hace
en dos tandas, primero sube a la bañera, después al lavabo; lame el grifo y
luego me mira, espera que caiga un pequeño chorro de agua, me mira, espera que le
abra el agua; las dos patas delanteras junto al desagüe, las patas traseras
arriba junto al jabón, sus patas blancas…
Desayunamos casi
siempre en la azotea, buscando el sol en invierno y huyendo del sol en verano,
bajo el toldo, desde casi un año ha tomado la costumbre de pedirme mantequilla,
debe ser un recuerdo muy antiguo, de mi amiga Isabel que le daba en el dedo una
puntita de mantequilla, me la pide dos veces siempre, sabe contar, me mira atenta
mientras unto la tostada, casi siempre alarga una pata hacia mi mano o hacia la
mantequilla de la tarrina o del pan, yo la riño, ella se gira y al momento
repite la acción, yo vuelvo a reñirla. “¡No Genara, espera que termine de
untar, estate quieta, espera que ahora te doy!”. Cuando acabo de untar la tostada
cojo con el borde de la cucharilla una pequeña tira de mantequilla, me la llevo
al dedo gordo de la mano izquierda y se lo acerco al hocico, ella rápidamente
lame la mantequilla y mis dedos, porque sujeto con varios dedos la mantequilla
para que no se la lleve toda de golpe; su lengua es áspera aunque la parte
inferior es muy suave, blanda, y caliente.
Sevilla, 16 de marzo de 2014
76666666666666666666666666666666666666666666NM
Q +
(esto es de Genara, y de oscuro significado)
martes, 18 de agosto de 2015
domingo, 9 de agosto de 2015
Mi vida con gatas, 26 de agosto de 2016
1
21 de julio de 2009
Despierto
con la luz del amanecer, las ventanas abiertas de par en par, las persianas
recogidas, el toldo levantado, la luz intensa de Sevilla multiplicada en las
paredes blancas de mi dormitorio, en el pelo blanco de Greta que maúlla junto a
mi oído pidiendo mi mano que acaricia, un poco de comida en el plato, mi mirada
turbia y un déjame dormir que es temprano.
Me
doy la vuelta en la cama, duermo siempre sobre mi lado derecho, al ducharme me
miro mi costado izquierdo y pienso que todos esos lunares grandes, pequeños,
rugosos, salientes proceden del hecho de no dormir más que sobre un lado de mi
cuerpo, que la naturaleza actúa sabiamente aprovechando esa superficie para
crear un archipiélago extraño sobre mi piel, pero sobre mi costado izquierdo no
puedo dormir y me quedo un rato como traspuesto entre la realidad y la ficción.
Es
verano, no tengo que trabajar, puedo seguir durmiendo, pero es difícil una vez
que me despierto volver a coger el sueño, miro mi almohada en donde estoy
hundido, con esa cercanía que solo los miopes pueden reconocer, la puerta
borrosa un poco más allá, casi totalmente abierta que deja ver el azul del
cielo sobre mi azotea, siento el aire tibio de la mañana recién llegada y una
mata blanca despeinada que rompe mi campo de visión y que me incita a apartarla
de un empujón, pienso que debajo sobre la alfombra está el plato de ellas,
podría caer sobre él, un estruendo, un susto, una mirada inquisidora, me doy la
vuelta al lado de mi sueño, y aprieto los ojos, me hundo en mi interior, intento apartar
imágenes, palabras, también ruidos, pienso que con suerte volveré a dormirme,
que por un rato quizás hasta las 9, vuelva a perderme del mundo, aún siento
sobre la cama su presencia, ella camina despacio y vuelve a su rincón izquierdo
de la cama, parece que ha acabado como heraldo de la mañana, entre pensamientos
varios hilo una historia, a veces continúo la que después difícilmente
recordaré, y al principio hasta hago trampas e intento dirigirla hacia un campo
atractivo, excitante, en el sentido que tiene para el sexo.
2
Las
tardes de verano se parecen, encerrados en la sala, con el siempre alabado aire
acondicionado, los tres situados en los mismos sitios, Genara en la silla
ligera negra de Ikea sobre una pequeña alfombra, yo en mi sillón relax en
calzoncillos junto a la pequeña mesa donde como, muy cerca del televisor
apagado, Greta en un estante de la biblioteca muy cerca del ordenador, cuando
lo uso puedo acariciarle levemente la cabeza sin apenas esfuerzo, aunque a ella
no le gusta que la despierte, si la acaricio me rechaza y a veces me mira como
inquiriendo el motivo de ese cariño repentino. Ninguno puede salir al exterior,
el exterior es caluroso, muy seco, a veces todo arde, el suelo, los hierros de
la reja que nos protege de los intrusos…estas tardes no tienen diferencias,
pueden ser cualquier día de Julio o de Agosto, ellas invariablemente duermen, a
mí me pueden sonar las tripas mientras leo, veo una peli en DVD, navego en la
red, solo me levanto para orinar o para cambiar de sitio, si leo estoy en el
sillón relax, si veo una peli también, a veces puedo cambiar al sofá, pero a la
larga es incómodo…excepcionalmente recibo llamadas telefónicas:
“¡Holaaa!”
Entre unas cosas y otras se me ha pasado llamarte y ya es casi la hora de salir
por si te venías con nosotros que vamos a tomar unas tapas y dar una vuelta por
ahí…”
“Pero
cuánto tiempo sin saber nada de ti,¿dónde te metes que no te hallo nunca? Te he
llamado por las mañanas y nunca estás, ya sabes que aprovecho las horas de
oficina y así no me cuesta dinero, aunque ahora he hecho como tú, he cogido una
tarifa plana y ya no me cuesta nada llamar…bueno, es un decir, ya lo sé, tú
siempre poniendo los puntos sobre las íes…¿Y el viaje?¿Qué tal te fue? ¡Te
perdieron las maletas! Bueno, es difícil no conocer a alguien que no les hayan
perdido alguna vez las maletas…”
“Soy
yo, tu madre, como no llamabas…Aquí no hace tanto calor, esta noche incluso se
ha levantado un poquito de fresco… uf, la de gente que me he encontrado esta
mañana ¿te acuerdas de las de Manchón? pues se ha muerto la mayor, era de mi
edad, la pobre, con lo guapa que era de joven y si la hubieras visto como
estaba al final, pero el entierro es por la tarde y yo por la tarde no salgo,
esta mañana no sé cómo he podido subir el carrillo por las escaleras y las
piernas cada vez me duelen más…pues sí, mientra pueda yo salgo y hago mi vida,
no como otras que yo me sé que se levantan a las 12 y luego no saben lo que van
a comer porque no le da la gana de salir a la hora de la gente normal…
Puede
variar la novela que esté leyendo, la película, la página web, los objetos
dejados en el sofá: una factura, unas lámparas que aún no he instalado, un
libro que he ojeado y no he vuelto a colocar en su sitio… a veces junto al
balcón dejo la mesa de planchar durante días y días, de un extremo de la
estantería que está junto a la mesita del teléfono penden cinco o seis camisas,
a veces también en un rincón junto a otra estantería tengo el cubo con agua
sucia y la fregona enhiesta en espera de ser retirado, todo pasa de forma
tranquila, hasta las 9 más o menos, entonces Greta y yo vamos a explorar y ver
como está la temperatura del exterior, recojo los toldos, miro al cielo, mientras
Greta con pasos ligeros intenta encontrar un sitio donde el suelo no arda
demasiado y resiste porque se niega a pasar toda una tarde entre cuatro
paredes…¡espera Greta, que ya voy!
3
Paseo
como los románticos, rodeando la ciudad por donde antes existían las murallas,
pienso que debió ser muy hermoso el deambular al atardecer por donde el calor
sería menor en esta ciudad de verano tórrido, miro el trozo de muralla que aún
existe y como si llevara una cámara por cabeza veo sucederse las imágenes de torres
y de muros de tierra apisonada, imagino todo así durante mi largo paseo
vespertino, el tráfico no es intenso y eso ayuda a la recreación, vienen
hombres o mujeres paseando, a veces en pareja, a veces con su perro, se
detienen a hablar y a veces también me miran…me miran porque les miro, aunque no
siempre ese es el motivo y medito sobre las distintas incomodas posibilidades.
Las
terrazas a esta hora están llenas, son grupos de parejas o de familias, los
niños juegan cerca, no hay mucho alboroto, recuerdo de pequeño en el parque
cercano a mi casa, mi madre hablando, siempre, y ese vocerío infantil que rara
vez escucho hoy. Es raro ver a alguien solo sentado a una mesa y sin embargo
cada vez somos más los solitarios, deben optar por encerrarse… Sigo mi camino,
junto a mí pasa un ciclista o dos, silenciosos, incluso rápidos y peligrosos. Los
autobuses van medio vacíos, me cruzo con alguna mirada de una chica y me veo
caminando por la acera, a paso ligero con mis pantalones hasta la media pierna,
mis sandalias franciscanas, mi pelo no peinado, mis espaldas ligeramente encorvadas,
giro la cabeza y me miro y por un momento estoy en el autobús y estoy caminando
sobre la acera.
Aquellas
murallas no serían como intento imaginarlas, habría casas de escasa consistencia
adosadas a los lienzos, la basura sería abundante y el mal olor dominaría el
aire caliente del verano; habría mendigos y muchos perros callejeros, en
manada, enflaquecidos con mirada desoladora como aquellos que vi junto al hotel
del Cairo de distintos tamaños y aspectos, con costras y la única seguridad que
daba el ir en grupo… los gatos sin embargo son distintos; no encuentras un gato
de mirada desoladora, solo los muy jóvenes, aún buscadores de la protección
materna, después solo muestran una mirada de recelo, de inteligencia, de tú no
me vas a engañar…Greta sí tiene esa mirada perturbadora de desprotección o al
menos a mí me la da; Genara con sus años también, está siempre pegada a mí,
sobre una silla en verano pero sé que desea como yo que vuelva un tiempo más
templado para echarse en mi regazo y dormir con ese sueño profundo; cuando
salgo a pasear rodeando la ciudad ella me mira fijamente, es como esperar que
en el último momento no la deje, una mirada más que de esperanza de
advertencia: “y si fuera la última vez”, la vejez hace egoístas a quién la
padece, la odio. Ya no hay ni gatos ni perros callejeros, sobre todo perros,
parece que los gatos pueden sobrevivir en condiciones tan difíciles como las
que crea una sociedad desarrollada que intenta controlar todas las distintas
posibilidades que pueda tener la vida; la gente les deja comida y agua en algún
lugar de la acera, ellos tienen su vida propia, donde duermen, donde pasean por
la noche, a veces me he cruzado con ellos, silenciosos, acostumbrados a los
ruidos de la ciudad, pocas veces corren, se quedan bajo un coche mirando y te
observan, “tú no me vas a engañar”. Por eso me gustan los gatos, no se asustan
y de noche son los amos de la ciudad.
4
Han pasado dos años, ellas son mayores ya,
duermen aquí al lado, en la misma sala donde antes correteaban imparablemente,
con el aire acondicionado mejorando nuestras vidas, el ruido de la calle que
sigue viva, con otra gente, -mi madre no está, pienso- y yo aquí escribiendo,
en el ordenador, intentando crear algo diferente que no sea el trabajo y la
rutina de las páginas porno de la red, que no sea retocar las fotos de mis
viajes, que no sea leer los maravillosos libros de la literatura rusa que voy
encontrando por mi larga y agotadora vida.
Ellas duermen durante casi todo el día,
-pienso, como mi madre hacía- les gusta estar conmigo, saber que estoy cerca,
con sus dorados ojos cerrados pero que pueden abrir rápidamente al menor
movimiento de mis pies; a veces sueñan, quizás sueñen con una mañana clara en
la azotea, esperando que llegue yo después de un largo viaje…
…los
pájaros revolotean, provocadores, pero es un día tranquilo, un día más, la
bebida y la comida están a mi disposición y Fernando vendrá quizás hoy, oiré el
tintineo de sus llaves, vendrá su olor, desde la misma calle, pero yo aguantaré
y no iré corriendo como loca por las escaleras, no le daré el gusto de que me
vea tan añorante, aunque es verdad que le echo de menos, él al fin y al cabo me
prometió amor eterno…
…cuando
viene Jesús, Genara me mira de forma distinta, siento que sus ojos se abren de
modo más rasgados y que me atraviesan con una mirada de odio, “prometiste
amarme siempre sin compartirlo con nadie más”, no me gusta esa mirada, pienso
que soy yo que me gana la literatura por un instante, pero luego lo dudo,
cuando ella se aparta y se muestra solitaria me está recordando mi infidelidad,
a veces jugando me araña, “lo ha hecho a posta” dice asustado Jesús, “no, es
que jugábamos”, “no, no, ha ido a por ti, ha ido a por tu mano queriendo”, la
miro y ella me mira y pienso que quizás es también como yo, recuerdo aquella
tarde en el ordenador, en mi primera foto con ella, cuando sus ojos habían
aparecidos de un rojo luciferino y opté por darle los míos, en la foto, con
photoshop, quizás no hubiera hecho falta, quizás sus sentimientos sean
similares a los nuestros, porque cuando yo odio a algo o a alguien es un odio
absoluto, completo, eterno…ella no me odia, me quiere, y mucho, no quiere
perderme…
…quiere
ganarme, quiere que le acepte, quiere que me tumbe a su lado y muestre una
sonrisa imposible, él no conoce nuestros códigos como Fernando, es un simple
mortal, se siente poderoso por andar sobre dos pies ridículos, pequeños, ese
cuerpo desgarbado y sin gracia, no nos reconoce, cree que somos simples
animales a quiénes educar y arrinconar a su comodidad, le odio como no había
odiado nunca, ni siquiera a mi hija que intenta suplantarme en alguno de sus
momentos sublimes.
5
Pasan los años, Genara y Greta envejecen
conmigo, sé que no es el mismo tiempo el suyo y el mío, que si no ocurre ningún
accidente veré como siguen apagándose lentamente hasta su último día, todos los
que convivimos con animales domésticos lo sabemos desde el primer día que
entran por la puerta de casa y en nuestra vida, es algo que me repito mucho
casi cada día y me digo “he de aceptarlo, he de aceptarlo”, pero ¿Cómo voy a
entrar en casa sin ver a Genara que viene a mi encuentro? ¿cómo voy a aceptar
que Greta ya no esté y su mirada tan tierna solo pueda encontrarla en las fotos
del pasado?; una y otra vez me lo digo, una y otra vez me he de conformar, pero
sigo pensando en el horror, en el horror que puede ser mi vida sin ellas,
pienso ¿quién morirá primero? ¿Qué hará Greta si al oler a su madre ve que ya
no vive? La imagino escondida con sus grandes ojos aterrados preguntándome el
porqué, gritando de miedo, con el pánico agarrotándole todo su cuerpo, ¿tendrá
también dolor por la pérdida de su madre y compañera de tantos años?, ¿tendrá
tanto dolor como el que yo sentiré?. A veces me imagino que ella vendrá a mi
lado y me lamerá, que nos abrazaremos, por mucho tiempo nos abrazaremos, y
pienso tal vez en la otra posibilidad, ¿qué hará Genara si Greta desaparece un
día?
Hace pocos meses murió Teresa de forma
repentina, la mujer de Migue, mi sobrino mayor, fue algo repentino, vino sin
avisar la muerte, no solo se llevó a ella sino también a su hijo que ahora
tendría ya un mes. Había pensado en el problema que sería cuando viniesen los
tres y las gatas quisieran acercarse al bebé…ahora ya, no importa; es a lo que
me quiero referir, las ideas que tenemos, los deseos, las elucubraciones sobre
nuestra vida, al final, no son nada, las cosas llegan de modo que uno no puede
contenerlas, te llegan, te superan, a veces para bien y otras para mal: ¿quién me
iba a decir que cuando llegué tan ansioso a Barcelona buscando trabajo y otra
vida nueva, acabaría sobreviviendo por Edgard? Aquello no estuvo pensado ni
antes ni después, en los momentos de mayor hartazgo nunca quise plantearme la
posibilidad de dejarle y volver otra vez a mi ciudad, solo quería seguir de la
manera que fuera y creer que algo bueno por fin iba a sucederme…no, aunque tengamos una predisposición hacia algunos hechos
fundamentales de nuestra vida como el amor o la misma supervivencia, siempre
llegan esos hechos externos a nosotros y no pensados ni siquiera como
posibilidad.
Ahora ellas duermen casi todo el día, Genara
busca siempre mi compañía, bien aquí en la sala o en la terraza o en el
dormitorio, siempre quiere estar lo más cerca posible, sé que dentro de pocos
momentos querrá subir aquí junto al ordenador y esperará a que le haga un hueco
sobre mis piernas para así pasar toda la tarde juntos, muchas veces hemos
estado así, yo leyendo un libro sobre el sofá y ella durmiendo sobre mis
piernas, parece como que siente la necesidad física de mi compañía, ella que
ahora ya no corretea por las azoteas, que tiene que subir a una silla para
poder llegar a una mesa, siento que ella sabe que es débil ahora y que se siente
segura a mi lado, pienso que no quiere morir sola y pienso en mi madre que así
murió, ¿pensaría en mí, creería que estaba a su lado, o le embargaría un dolor
tan profundo como su propia muerte al verse sola y abandonada por su hijo, al
que tanto quería?
Murió
Teresa con 30 años, murió mi madre a la edad que pueden morir las madres, y
pienso en mis gatas, en mis únicas hijas, en mi vida que se ha ido tan rápido,
en mis ilusiones que algún día tuve y que ya ni recuerdo siquiera, en mis gatas
que me van a dejar en un día de estos, en mi muerte…Moriré solo, un miércoles,
por la mañana, sentiré frío, veré a mi madre y a Genara con la pequeña Greta,
no habrá nadie conmigo, sentiré un dolor en el costado, no podré respirar, los
ojos se humedecerán y sentiré calor de mis dos pequeños cuerpos blancos a los
que quise tanto, a los que perdí un día de años atrás, miraré al techo y
sentiré como un sopor, “es así” me diré, “es así”. 6
Mi vida con Genara, martes 9
de junio de 2015
-
Desayuno solo, Genara no está para pedirme esa uñita de mantequilla.
-
Cuando hago la cama ya no tengo ayuda, Genara saltaba de un lado a otro,
perseguida por mí, y ella insistiendo en sujetar con sus garras afiladas la
sabana bajera para mantenerla bien estirada porque quería participar en ese
juego tan divertido…a veces la preguntaba si había sido en otra vida ama de
casa o incluso, para molestarla, una humilde catifa venezolana.
-
Tampoco encuentro, como elefante bajo un sombrero, una tenue forma bajo las
sabanas de mi cama.
-
Nadie salta al lavabo silenciosamente y me pide que abra el grifo para beber.
-
Nadie me da la espalda en la cama ni nadie mueve la cola cuando hago ese
particular ruido con la boca aunque estuviera durmiendo.
-
Cuando subo la escalera al otro extremo, arriba, no encuentro un ojo, medio
hocico rosa y una oreja blanca que intenta sorprenderme y que me recuerda que
es hora de jugar al esconder.
-
Nada es igual en la azotea, nadie otea el horizonte al caer la tarde, nadie
duerme a la sombra del SUM evitando los calores del verano, no hay nadie que dance
para mí bajo el titilar de las estrellas.
-
Ya nadie se mira al espejo, “¡no te mires Genara!” la recriminaba, “no ves que
eres una preciosa gata y que aún recuerdas tu época de aventurera o de
arriesgado hombre de negocios o de princesa de una galaxia lejana y castigada a
vivir en este planeta pequeño y convulso”, y en un gesto siempre tierno la cogía
en mis brazos y la abrazaba intensamente…aunque la mayoría de las veces era a
mí a quien miraba a través del espejo, era una mirada de suprema inteligencia,
una mirada indagadora…y la verdad es que me daba miedo, “¡no me espíes Genara”,
y ella se giraba sorprendida de que mi voz sonara detrás de ella.
Mi vida con
Genara, miércoles 16 de junio de 2015
-
El olvido emborrona los recuerdos.
-
A Genara le gustaba subir al altillo del armario empotrado, exploraba
afanosamente no se sabe qué, intentaba penetrar en bolsos de viaje y en bolsas
con objetos varios, se arrellanaba en algún lugar muy oculto, se ponía a dormir
pero se cansaba de dormir pronto y sentada sobre sus pata traseras, como gata
egipcia sin pendiente de oro, oteaba el amplio horizonte habitacional. De esa
altura no podía bajar por sí misma pero tampoco quería ser rescatada: veo a
Fernando con un taburete entre sus dos manos subiéndolo hasta la altura de la
gata Genara y llamarla insistentemente para que subiera y una vez su señoría
accedía, no sin algunas reticencias, el taburete comenzaba a bajar muy
lentamente, a manera de pequeño ascensor manual, y en ocasiones seguía
como volando airosamente hasta la misma
cama o la cómoda donde la muy regia gata, sin dar salto alguno, caminaba con
elegancia y displicentemente, sin maullido ni propina alguna, despedía de forma
altiva al taburete-ascensor-pequeña nave tubular espacial-porteador blanco.
-
Cuando subo la escalera al otro extremo, arriba, no encuentro a Genara mirando
tranquilamente la azotea, como en espera a que yo suba.
-
Cuando subo la escalera al dormitorio no siento aquella ligera brisa en las
piernas ni veo dar un ágil y primoroso salto de tres escalones y esa mirada
altiva decirme que una vez más y a pesar de la ventaja otorgada volvía a ser la
campeona de velocidad de la casa.
-
Ahora que ya no tengo que reñir a nadie por mirarse al espejo, me encuentro
solo reflejado, y no me gusta.
Mi vida con
Genara, lunes 22 de junio de 2015
-
¡Qué diferentes eran Genara y Greta! Cuando jugaba con Genara la posibilidad de
salir herido era grandísima, aunque sabía que era un juego, ella no se retraía
para nada, y menos sus uñas que a veces
quedaban clavadas limpiamente en mis
dedos, en la mano, rasgando finamente mi piel…Greta, cuando juego con
ella, cosa casi imposible cuando vivía su madre, nunca saca las uñas, aunque
sepa que es solo una cuerda o una hoja de una planta o un pequeño enlazador de
plástico negro.
-
Genara se comunicaba conmigo: utilizaba un trozo de paño de Spontex
amarillo-verdoso ya ajado y gastado, que yo colocaba para usos varios bajo el
bidet y que ella comenzó a coger en su boca como una “cartera real” y que entre
ruidosos lamentos coloristas(como si le fuera la vida en ello) bajaba por la
escalera y me lo dejaba cerca mirándome con ojos pícaros…eso significaba que no
la hacía caso, que ya estaba bien de leer, de ver la tele, de mirar a esta
pantalla luminosa pequeña, de dormitar en el sofá…era hora de jugar con ella o
de acariciarla o de movernos los dos al ritmo de alguna música imaginaria
Muchas veces cuando volvía a casa, me
encontraba ese “pañito”, como yo le llamaba, tras la puerta, como muestra de
preocupación por mi tardanza, en mi sillón reclinable, donde tantas horas
pasaba sentado, en mi cama puesto de forma equidistante en el centro (como
cuando ella se acostaba), en la terraza, lugar idílico y venturoso para los dos,
en el sillón de la mesa del ordenador, lugar absolutamente incomprensible para
ella…eso significaba que me extrañaba y que le gustaría tenerme en casa,
siempre.
-
La historia de las variadas composiciones con enlazadores de plástico y junto
al agua y la comida de la entrada de la cocina cuando me ausentaba un fin de
semana o en un viaje, es algo digno de contar:
Mi vida con
Genara, miércoles 3 de agosto de 2015
-
Los días pasan, pero los recuerdos con Genara siguen llegando como pequeñas
olas a las orillas del mar.
-
Hoy al dejar las gafas sobre la mesa pensé: Después de 19 años puedo volver a
dejarlas en cualquier lugar incluida la mesa de la sala, sobre el cristal que
cubre libros y objetos varios de mi vida… Genara ya no aprovechará ese descuido
para mordisquear con verdadera fruición sus patillas.
-
Este primer verano está resultando demasiado duro, ¿a quién confiesas el amor
que sentías por Genara?¿A quién dices que si te encuentran alicaído y triste no
es por el calor de agosto?... y piensas cómo no pueden darse cuenta
¿Cómo
decir que no has querido a nadie tanto como has querido a esta pequeña gata
blanca con la que has convivido 19 años y que te ha dado los mejores momentos
de tu vida?
-
Ahora puedes dejar abierta la puerta de casa y aunque venga la pequeña Greta a
asomarse, tienes toda la tranquilidad del mundo porque no vas a tener que
correr detrás de una gata traviesa como un niño, corriendo a trote con su rabo
muy enhiesto, como dándote la posibilidad de que podías alcanzarla antes que,
elegantemente y muy despacio, encontrara un refugio seguro en el balcón del patio
del 2º A…desde allí me miraba y me decía “sigo siendo la más rápida ¿verdad?”.
Mi vida con
Genara, miércoles 27 de agosto de 2015
-
Le gustaba esperarme tras la puerta, nunca supe como sabía que estaba subiendo
las escaleras porque a veces la oía maullar con esa voz suave y muy distinta a
la voz bronca y gruesa de Greta.
-
Cuando entraba en el patio de casa y de pronto miraba hacia arriba, a veces la
veía allí sentada en el muro de la azotea dentro de casa y otras veces fuera,
en la azotea de la comunidad y ahí empezaba a maullar, saltaba y venía
presurosa a mi encuentro como si no hubiesen pasado solo unas horas desde que
la dejé dormida.
-
En los últimos meses Genara ya no oía bien y dormía tan profundamente que ya no
me oía llegar y a veces, a pesar de haber encendido la luz de la sala o del
propio dormitorio donde se encontraba, se despertaba como asustada y como
sintiendo el peso de los años.
-
¡¡Hasta donde se podía encaramar!! Ayer, sentado en la terraza, viendo ese
doble techo que nos hicieron sobre los dormitorios, pensé lo bien que habría
estado ella protegida del frío y de la lluvia cuando tantas veces trepaba de
forma mágica por la puerta de la terraza, subiendo como una aventurera por la
malla que cubría la puerta y saltando increíblemente hasta lo más alto con una
agilidad y seguridad increíbles. Después correteaba como loca, se asomaba
siendo visibles solo las puntas de sus orejas y medios ojos, como yo la enseñé
desde que era pequeñita, a veces me sorprendía y yo la llamaba ¡¡bájate, bájate
ya!!...y ella bajaba cuando veía que no la hacía caso, al cabo de un buen
rato…verla deslizarse por la escalera de forma tan silenciosa y pasar sin
mirarme, derecha a la cocina como si de pronto tuviera una enorme necesidad de
desaguar…yo aguzaba el oído y sentía como ella enterraba, siempre, su orina o
sus caquitas, ¡¡hacía unas montañas tan bonitas!! ¡¡era tan elegante al
enterrar sus cosas!!
-
Greta me recuerda mucho a su madre, aunque en negativo, tan diferentes son…ella
nunca enterró nada, a lo sumo lo olía y poniendo cara como de asco se marchaba
rápidamente del escenario, a veces, como dos chicas que van al servicio de un
bar, iban juntas a las bandejas de arena, Genara, como consternada por el
comportamiento de su pequeña criatura, le enterraba también lo suyo ¡¡siempre
tan limpia y aseada!!
-
Hasta el último año de su vida ¡cómo se limpiaba la niña!, a veces la reñía
¡eso ya es puro vicio Genara!, podía esta una hora seguida limpiándose cada una
de las partes de su cuerpo; luego también se acostumbró a que la
cepillara…cuando era muy pequeña no comprendía el porqué de ese mi afecto,
luego no podía vivir sin su cepillado, a cualquier momento y a cualquier hora,
al final solo contó con esa ayuda inesperada y yo sabía que ella necesitaba
sentirse limpia…lo peor fue cuando su pelo se apelmazó y tuve que ir
cortándoselo para evitar esas bolas impenetrables ¡ella, que en la vida había
tenido ninguna!
-
Ahora que oigo comer a Greta de modo tan ruidoso e inconfundible, recuerdo que su
madre era totalmente distinta también en esto: no se la oía apenas, comía con
una gran suavidad y rapidez, cuando volvía a ver su plato ya nada había que
recordara qué había sido puesto allí…Greta siempre deja algo o a veces todo,
pero su ruido inconfundible, como comiendo con la boca llena, la acompañará
siempre.
Mi vida con
Genara, viernes 19 de febrero de 2016
-Han
pasado muchos meses desde que murió Genara, Greta y yo sobrevivimos en lo
cotidiano, allá donde mire siempre está su recuerdo.
-
En invierno. ¡Los inviernos con Genara eran tan cálidos!…no había ningún
momento en que yo estuviese sentado en el que mi Genara no viniese a tumbarse
sobre mis piernas, bien aquí mismo, en este escaso y estrecho espacio frente a
la mesa de ordenador, bien viendo la tele o bien leyendo siempre en mi sillón,
en los últimos años ¡tan dormida! que me
daba cosa despertarla o moverla para poder ir a por un whisky o al baño o atender el teléfono…¡nos dábamos
calor mutuamente! En los últimos tiempos Greta también quería estar conmigo y
parecía como que tímidamente quería reemplazar a su madre, ¡cómo es la
naturaleza!, Genara la miraba como con violencia y consciente de su escasa
fuerza la concentraba toda en su fría mirada ¡ acababan durante un momento las dos sobre mí, Greta protegida por
mi brazo muy subida sobre mi pecho, casi rozándome el cuello…pero al final se
iba siempre ella…ahora ya no quiere estar conmigo, parece como que le guardara
el lugar a su madre, parece como si esperara que volviese, para que no esté
incómoda ante su presencia, intento retenerla y abrazarla, pero no quiere estar
conmigo…es el invierno más solitario que hemos vivido, los dos…¡echo de menos a
Genara! intento darle todo mi amor a nuestra pequeña hija, pero siento que
estamos desvalidos y que cada uno a su manera la seguimos llorando.
-
Entro en el diminuto baño, abro el grifo y espero encontrarme a Genara subida
en el lavabo, tan ágil y silenciosa, bebiendo con avidez. Me miro al espejo… me
miro al espejo y cierro los ojos.
Mi vida con Greta,
jueves 5 de mayo de 2016
-
Y hace un año que ella murió; Greta duerme sobre el sofá, a todas horas, cuando
se despierta maúlla, por hambre, por sed, por dolor, porque extraña a Genara,
no sé porqué maúlla y me encuentro nervioso y agobiado a su lado. Ya no salimos
a la azotea, ella no quiere ir, yo la obligo pero corre siempre hacia el
dormitorio y se acuesta en la pequeña alfombra…y a mí, me da pena salir y mirar
el horizonte, porque ya no es nuestro horizonte. Respira mal Greta, igual que
respiraba mal Genara; no come lo suficiente; no se lame ni se limpia y el pelo
es una mata enredada e impenetrable que voy cortando poco a poco…sé que sabe
que intento ayudarla, pero no le gusta, incluso el otro día comencé a cortarle
sin darme cuenta un trozo de piel; ella al final bufa y hace como que me
muerde, pero no aprieta los dientes…Genara me habría correteado y arañado sin
pudor…
-
Me abrazo, porque siento frío, porque tendré que volver a ejercer de Dios,
tendré que decidir cuándo su vida va a terminar, y me muerdo la mano derecha
porque dudo de si esos gritos no son porque todo su cuerpo le duele, al orinar,
al defecar, al sentir su bonita piel aprisionada , al sentir que su vida va
llegando a su fin y que ya no podrá subir por sí sola al sofá ni a la cama.
Hace muchos meses que Greta no sube a una silla ¡¡Dios mío!! ¿qué hacer, qué
hacer?
-
Tengo la impresión que he cerrado la última puerta y que he entrado en el
paisaje gris y frío, sin viento, sin ruidos, sin escondrijos, sin incógnitas
que descubrir…voy por el camino de bellas colinas pero no, no hay sol en el
cielo, ni paseantes con los que cruzar la mirada, nadie va conmigo; solo, con
Greta en brazos protegiéndola de no se sabe qué, avanzo, y avanzo por ese único
camino que se pierde en el horizonte… un horizonte de todos conocido y en el
que tengo solo una esperanza, es muy pequeña pero lleva aguardándome mucho
tiempo, quiere entrar conmigo por esa última puerta para nunca separarnos,
nunca olvidarnos, lo más bello que esta
tierra me ha dado nunca, lo más bello…
A Genara
allá donde se encuentre, estas líneas que con todo mi amor le he escrito
Mi vida con Greta,
domingo 31 de julio de 2016
-
Greta murió un jueves por la tarde, el 21 de julio, tras varios días que apenas
comía, como si algo le impidiera hacerlo, comenzando a no poder dormir, a estar
incómoda y dejando de maullar y gritar, lo cual me desazonó por completo. Ese
jueves 21, caluroso día de verano, en plena hora de la siesta, abrumado y
nervioso, cogí a mi Gretilla y la metí en esa cesta de viajes al veterinario,
único lugar que ella conoció fuera de este hogar y de esta manzana de casas.
Entré en la clínica y las palabras no me
salían de la boca, pero me entendieron, Antonio el veterinario, su chico
ayudante y la chica de labios inflados que me daba ánimos y me apoyaba en la
decisión de poner fin a mi pequeña. El proceso fue similar al que conocí con mi
bella Genara, dormición e inyección letal; la tuve dormida encima mía, sentía
calor en aquel hueco de habitación que nos habían asignado, sentía desprenderse
su pelo, desparramarse su cuerpo entre mis brazos, su cabeza caída, sus
preciosos y grandes ojos abiertos, las orejas absolutamente rígidas; pero
pasaba y pasaba el tiempo y el veterinario no venía a recogerla, empecé a
sudar, a pensar que el efecto de la sedación se iba a amortiguar, pasó una
eternidad completa…Cuando la tumbamos en la camilla, ella sintió el pinchazo,
sintió que había varias hombres en torno suyo, y que solo unas manos eran las mías,
dio un respingo…mi corazón se detuvo, ”qué fuerte es” comentaron. Todo era
lento, la sangre que fluía a la inversa, de su cuerpo a la jeringuilla, la
mezcla con el veneno, su regreso poco a poco…inmediatamente auscultó su
corazón, “ya descansó, ya acabó Fernando”, quería llevársela pero le detuve, no
sé si bruscamente, “déjame estar con ella un rato por favor, por favor”,
abandonó la sala, me quedé solo con ella, besándola y a la vez comprobando que
no vivía, me parecía que seguía respirando, sus ojos abiertos, muy abiertos.
“Los gatos no cierran los ojos al morir ni al ser sedados” dijo la chica de
labios abultados. Ahora no tengo coche, no pude llevármela, acabó como mi madre
en una cámara frigorífica; al día siguiente, en la incineradora, me dejaron
verla, estaba completamente congelada, no era ya Greta…
Había muchos perritos en esa residencia, de
todos los tamaños, ladradores, cariñosos, tristes, juguetones, algunos
esperando que fueran a recogerlos que las vacaciones terminasen ¡¡qué alegres
se pondrán al ver a sus amos!! Pensé; es un sitio muy bonito, con césped, con parcelas
diferenciadas para cada tipo de perro; también tienen gatos, están en jaulas
grandes, están tristes. Miré un momento a la chimenea, pero esta vez no vi el
humo blanco, ni había nubes blancas, la habían rodeado con una pasarela de
servicios metálica, aséptica, fría. Conversaba con mi amiga pero pensaba que aquí
se acababa 20 años de mi vida con gatas, los más felices años de toda mi vida.
4 de abril de 2012
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