miércoles, 24 de agosto de 2016

Con Boniface al otro lado









Greta y su espíritu


Genara me echaba de menos en mis viajes...al volver encontraba estos mensajes: yo les llamaba protestas y siempre las recibía con grata sorpresa








Le gusta beber del grifo





  Le gusta beber del grifo del cuarto de baño, ahora no puede dar un salto desde el suelo, y lo hace en dos tandas, primero sube a la bañera, después al lavabo; lame el grifo y luego me mira, espera que caiga un pequeño chorro de agua, me mira, espera que le abra el agua; las dos patas delanteras junto al desagüe, las patas traseras arriba junto al jabón, sus patas blancas…

  Desayunamos casi siempre en la azotea, buscando el sol en invierno y huyendo del sol en verano, bajo el toldo, desde casi un año ha tomado la costumbre de pedirme mantequilla, debe ser un recuerdo muy antiguo, de mi amiga Isabel que le daba en el dedo una puntita de mantequilla, me la pide dos veces siempre, sabe contar, me mira atenta mientras unto la tostada, casi siempre alarga una pata hacia mi mano o hacia la mantequilla de la tarrina o del pan, yo la riño, ella se gira y al momento repite la acción, yo vuelvo a reñirla. “¡No Genara, espera que termine de untar, estate quieta, espera que ahora te doy!”. Cuando acabo de untar la tostada cojo con el borde de la cucharilla una pequeña tira de mantequilla, me la llevo al dedo gordo de la mano izquierda y se lo acerco al hocico, ella rápidamente lame la mantequilla y mis dedos, porque sujeto con varios dedos la mantequilla para que no se la lleve toda de golpe; su lengua es áspera aunque la parte inferior es muy suave, blanda, y caliente.

                                                                                          Sevilla, 16 de marzo de 2014


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(esto es de Genara, y de oscuro significado)

domingo, 9 de agosto de 2015

Mi vida con gatas, 26 de agosto de 2016



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21 de julio de 2009
Despierto con la luz del amanecer, las ventanas abiertas de par en par, las persianas recogidas, el toldo levantado, la luz intensa de Sevilla multiplicada en las paredes blancas de mi dormitorio, en el pelo blanco de Greta que maúlla junto a mi oído pidiendo mi mano que acaricia, un poco de comida en el plato, mi mirada turbia y un déjame dormir que es temprano.
Me doy la vuelta en la cama, duermo siempre sobre mi lado derecho, al ducharme me miro mi costado izquierdo y pienso que todos esos lunares grandes, pequeños, rugosos, salientes proceden del hecho de no dormir más que sobre un lado de mi cuerpo, que la naturaleza actúa sabiamente aprovechando esa superficie para crear un archipiélago extraño sobre mi piel, pero sobre mi costado izquierdo no puedo dormir y me quedo un rato como traspuesto entre la realidad y la ficción.
Es verano, no tengo que trabajar, puedo seguir durmiendo, pero es difícil una vez que me despierto volver a coger el sueño, miro mi almohada en donde estoy hundido, con esa cercanía que solo los miopes pueden reconocer, la puerta borrosa un poco más allá, casi totalmente abierta que deja ver el azul del cielo sobre mi azotea, siento el aire tibio de la mañana recién llegada y una mata blanca despeinada que rompe mi campo de visión y que me incita a apartarla de un empujón, pienso que debajo sobre la alfombra está el plato de ellas, podría caer sobre él, un estruendo, un susto, una mirada inquisidora, me doy la vuelta al lado de mi sueño, y aprieto los ojos, me  hundo en mi interior, intento apartar imágenes, palabras, también ruidos, pienso que con suerte volveré a dormirme, que por un rato quizás hasta las 9, vuelva a perderme del mundo, aún siento sobre la cama su presencia, ella camina despacio y vuelve a su rincón izquierdo de la cama, parece que ha acabado como heraldo de la mañana, entre pensamientos varios hilo una historia, a veces continúo la que después difícilmente recordaré, y al principio hasta hago trampas e intento dirigirla hacia un campo atractivo, excitante, en el sentido que tiene para el sexo.

2
Las tardes de verano se parecen, encerrados en la sala, con el siempre alabado aire acondicionado, los tres situados en los mismos sitios, Genara en la silla ligera negra de Ikea sobre una pequeña alfombra, yo en mi sillón relax en calzoncillos junto a la pequeña mesa donde como, muy cerca del televisor apagado, Greta en un estante de la biblioteca muy cerca del ordenador, cuando lo uso puedo acariciarle levemente la cabeza sin apenas esfuerzo, aunque a ella no le gusta que la despierte, si la acaricio me rechaza y a veces me mira como inquiriendo el motivo de ese cariño repentino. Ninguno puede salir al exterior, el exterior es caluroso, muy seco, a veces todo arde, el suelo, los hierros de la reja que nos protege de los intrusos…estas tardes no tienen diferencias, pueden ser cualquier día de Julio o de Agosto, ellas invariablemente duermen, a mí me pueden sonar las tripas mientras leo, veo una peli en DVD, navego en la red, solo me levanto para orinar o para cambiar de sitio, si leo estoy en el sillón relax, si veo una peli también, a veces puedo cambiar al sofá, pero a la larga es incómodo…excepcionalmente recibo llamadas telefónicas:
“¡Holaaa!” Entre unas cosas y otras se me ha pasado llamarte y ya es casi la hora de salir por si te venías con nosotros que vamos a tomar unas tapas y dar una vuelta por ahí…”
“Pero cuánto tiempo sin saber nada de ti,¿dónde te metes que no te hallo nunca? Te he llamado por las mañanas y nunca estás, ya sabes que aprovecho las horas de oficina y así no me cuesta dinero, aunque ahora he hecho como tú, he cogido una tarifa plana y ya no me cuesta nada llamar…bueno, es un decir, ya lo sé, tú siempre poniendo los puntos sobre las íes…¿Y el viaje?¿Qué tal te fue? ¡Te perdieron las maletas! Bueno, es difícil no conocer a alguien que no les hayan perdido alguna vez las maletas…”
“Soy yo, tu madre, como no llamabas…Aquí no hace tanto calor, esta noche incluso se ha levantado un poquito de fresco… uf, la de gente que me he encontrado esta mañana ¿te acuerdas de las de Manchón? pues se ha muerto la mayor, era de mi edad, la pobre, con lo guapa que era de joven y si la hubieras visto como estaba al final, pero el entierro es por la tarde y yo por la tarde no salgo, esta mañana no sé cómo he podido subir el carrillo por las escaleras y las piernas cada vez me duelen más…pues sí, mientra pueda yo salgo y hago mi vida, no como otras que yo me sé que se levantan a las 12 y luego no saben lo que van a comer porque no le da la gana de salir a la hora de la gente normal…
Puede variar la novela que esté leyendo, la película, la página web, los objetos dejados en el sofá: una factura, unas lámparas que aún no he instalado, un libro que he ojeado y no he vuelto a colocar en su sitio… a veces junto al balcón dejo la mesa de planchar durante días y días, de un extremo de la estantería que está junto a la mesita del teléfono penden cinco o seis camisas, a veces también en un rincón junto a otra estantería tengo el cubo con agua sucia y la fregona enhiesta en espera de ser retirado, todo pasa de forma tranquila, hasta las 9 más o menos, entonces Greta y yo vamos a explorar y ver como está la temperatura del exterior, recojo los toldos, miro al cielo, mientras Greta con pasos ligeros intenta encontrar un sitio donde el suelo no arda demasiado y resiste porque se niega a pasar toda una tarde entre cuatro paredes…¡espera Greta, que ya voy!

3
Paseo como los románticos, rodeando la ciudad por donde antes existían las murallas, pienso que debió ser muy hermoso el deambular al atardecer por donde el calor sería menor en esta ciudad de verano tórrido, miro el trozo de muralla que aún existe y como si llevara una cámara por cabeza veo sucederse las imágenes de torres y de muros de tierra apisonada, imagino todo así durante mi largo paseo vespertino, el tráfico no es intenso y eso ayuda a la recreación, vienen hombres o mujeres paseando, a veces en pareja, a veces con su perro, se detienen a hablar y a veces también me miran…me miran porque les miro, aunque no siempre ese es el motivo y medito sobre las distintas incomodas posibilidades.
Las terrazas a esta hora están llenas, son grupos de parejas o de familias, los niños juegan cerca, no hay mucho alboroto, recuerdo de pequeño en el parque cercano a mi casa, mi madre hablando, siempre, y ese vocerío infantil que rara vez escucho hoy. Es raro ver a alguien solo sentado a una mesa y sin embargo cada vez somos más los solitarios, deben optar por encerrarse… Sigo mi camino, junto a mí pasa un ciclista o dos, silenciosos, incluso rápidos y peligrosos. Los autobuses van medio vacíos, me cruzo con alguna mirada de una chica y me veo caminando por la acera, a paso ligero con mis pantalones hasta la media pierna, mis sandalias franciscanas, mi pelo no peinado, mis espaldas ligeramente encorvadas, giro la cabeza y me miro y por un momento estoy en el autobús y estoy caminando sobre la acera.  
Aquellas murallas no serían como intento imaginarlas, habría casas de escasa consistencia adosadas a los lienzos, la basura sería abundante y el mal olor dominaría el aire caliente del verano; habría mendigos y muchos perros callejeros, en manada, enflaquecidos con mirada desoladora como aquellos que vi junto al hotel del Cairo de distintos tamaños y aspectos, con costras y la única seguridad que daba el ir en grupo… los gatos sin embargo son distintos; no encuentras un gato de mirada desoladora, solo los muy jóvenes, aún buscadores de la protección materna, después solo muestran una mirada de recelo, de inteligencia, de tú no me vas a engañar…Greta sí tiene esa mirada perturbadora de desprotección o al menos a mí me la da; Genara con sus años también, está siempre pegada a mí, sobre una silla en verano pero sé que desea como yo que vuelva un tiempo más templado para echarse en mi regazo y dormir con ese sueño profundo; cuando salgo a pasear rodeando la ciudad ella me mira fijamente, es como esperar que en el último momento no la deje, una mirada más que de esperanza de advertencia: “y si fuera la última vez”, la vejez hace egoístas a quién la padece, la odio. Ya no hay ni gatos ni perros callejeros, sobre todo perros, parece que los gatos pueden sobrevivir en condiciones tan difíciles como las que crea una sociedad desarrollada que intenta controlar todas las distintas posibilidades que pueda tener la vida; la gente les deja comida y agua en algún lugar de la acera, ellos tienen su vida propia, donde duermen, donde pasean por la noche, a veces me he cruzado con ellos, silenciosos, acostumbrados a los ruidos de la ciudad, pocas veces corren, se quedan bajo un coche mirando y te observan, “tú no me vas a engañar”. Por eso me gustan los gatos, no se asustan y de noche son los amos de la ciudad.

4
  Han pasado dos años, ellas son mayores ya, duermen aquí al lado, en la misma sala donde antes correteaban imparablemente, con el aire acondicionado mejorando nuestras vidas, el ruido de la calle que sigue viva, con otra gente, -mi madre no está, pienso- y yo aquí escribiendo, en el ordenador, intentando crear algo diferente que no sea el trabajo y la rutina de las páginas porno de la red, que no sea retocar las fotos de mis viajes, que no sea leer los maravillosos libros de la literatura rusa que voy encontrando por mi larga y agotadora vida.
  Ellas duermen durante casi todo el día, -pienso, como mi madre hacía- les gusta estar conmigo, saber que estoy cerca, con sus dorados ojos cerrados pero que pueden abrir rápidamente al menor movimiento de mis pies; a veces sueñan, quizás sueñen con una mañana clara en la azotea, esperando que llegue yo después de un largo viaje…
…los pájaros revolotean, provocadores, pero es un día tranquilo, un día más, la bebida y la comida están a mi disposición y Fernando vendrá quizás hoy, oiré el tintineo de sus llaves, vendrá su olor, desde la misma calle, pero yo aguantaré y no iré corriendo como loca por las escaleras, no le daré el gusto de que me vea tan añorante, aunque es verdad que le echo de menos, él al fin y al cabo me prometió amor eterno…
…cuando viene Jesús, Genara me mira de forma distinta, siento que sus ojos se abren de modo más rasgados y que me atraviesan con una mirada de odio, “prometiste amarme siempre sin compartirlo con nadie más”, no me gusta esa mirada, pienso que soy yo que me gana la literatura por un instante, pero luego lo dudo, cuando ella se aparta y se muestra solitaria me está recordando mi infidelidad, a veces jugando me araña, “lo ha hecho a posta” dice asustado Jesús, “no, es que jugábamos”, “no, no, ha ido a por ti, ha ido a por tu mano queriendo”, la miro y ella me mira y pienso que quizás es también como yo, recuerdo aquella tarde en el ordenador, en mi primera foto con ella, cuando sus ojos habían aparecidos de un rojo luciferino y opté por darle los míos, en la foto, con photoshop, quizás no hubiera hecho falta, quizás sus sentimientos sean similares a los nuestros, porque cuando yo odio a algo o a alguien es un odio absoluto, completo, eterno…ella no me odia, me quiere, y mucho, no quiere perderme…
…quiere ganarme, quiere que le acepte, quiere que me tumbe a su lado y muestre una sonrisa imposible, él no conoce nuestros códigos como Fernando, es un simple mortal, se siente poderoso por andar sobre dos pies ridículos, pequeños, ese cuerpo desgarbado y sin gracia, no nos reconoce, cree que somos simples animales a quiénes educar y arrinconar a su comodidad, le odio como no había odiado nunca, ni siquiera a mi hija que intenta suplantarme en alguno de sus momentos sublimes.

5
  Pasan los años, Genara y Greta envejecen conmigo, sé que no es el mismo tiempo el suyo y el mío, que si no ocurre ningún accidente veré como siguen apagándose lentamente hasta su último día, todos los que convivimos con animales domésticos lo sabemos desde el primer día que entran por la puerta de casa y en nuestra vida, es algo que me repito mucho casi cada día y me digo “he de aceptarlo, he de aceptarlo”, pero ¿Cómo voy a entrar en casa sin ver a Genara que viene a mi encuentro? ¿cómo voy a aceptar que Greta ya no esté y su mirada tan tierna solo pueda encontrarla en las fotos del pasado?; una y otra vez me lo digo, una y otra vez me he de conformar, pero sigo pensando en el horror, en el horror que puede ser mi vida sin ellas, pienso ¿quién morirá primero? ¿Qué hará Greta si al oler a su madre ve que ya no vive? La imagino escondida con sus grandes ojos aterrados preguntándome el porqué, gritando de miedo, con el pánico agarrotándole todo su cuerpo, ¿tendrá también dolor por la pérdida de su madre y compañera de tantos años?, ¿tendrá tanto dolor como el que yo sentiré?. A veces me imagino que ella vendrá a mi lado y me lamerá, que nos abrazaremos, por mucho tiempo nos abrazaremos, y pienso tal vez en la otra posibilidad, ¿qué hará Genara si Greta desaparece un día?
 Hace pocos meses murió Teresa de forma repentina, la mujer de Migue, mi sobrino mayor, fue algo repentino, vino sin avisar la muerte, no solo se llevó a ella sino también a su hijo que ahora tendría ya un mes. Había pensado en el problema que sería cuando viniesen los tres y las gatas quisieran acercarse al bebé…ahora ya, no importa; es a lo que me quiero referir, las ideas que tenemos, los deseos, las elucubraciones sobre nuestra vida, al final, no son nada, las cosas llegan de modo que uno no puede contenerlas, te llegan, te superan, a veces para bien y otras para mal: ¿quién me iba a decir que cuando llegué tan ansioso a Barcelona buscando trabajo y otra vida nueva, acabaría sobreviviendo por Edgard? Aquello no estuvo pensado ni antes ni después, en los momentos de mayor hartazgo nunca quise plantearme la posibilidad de dejarle y volver otra vez a mi ciudad, solo quería seguir de la manera que fuera y creer que algo bueno por fin iba a sucederme…no, aunque tengamos una predisposición hacia algunos hechos fundamentales de nuestra vida como el amor o la misma supervivencia, siempre llegan esos hechos externos a nosotros y no pensados ni siquiera como posibilidad.
  Ahora ellas duermen casi todo el día, Genara busca siempre mi compañía, bien aquí en la sala o en la terraza o en el dormitorio, siempre quiere estar lo más cerca posible, sé que dentro de pocos momentos querrá subir aquí junto al ordenador y esperará a que le haga un hueco sobre mis piernas para así pasar toda la tarde juntos, muchas veces hemos estado así, yo leyendo un libro sobre el sofá y ella durmiendo sobre mis piernas, parece como que siente la necesidad física de mi compañía, ella que ahora ya no corretea por las azoteas, que tiene que subir a una silla para poder llegar a una mesa, siento que ella sabe que es débil ahora y que se siente segura a mi lado, pienso que no quiere morir sola y pienso en mi madre que así murió, ¿pensaría en mí, creería que estaba a su lado, o le embargaría un dolor tan profundo como su propia muerte al verse sola y abandonada por su hijo, al que tanto quería?
Murió Teresa con 30 años, murió mi madre a la edad que pueden morir las madres, y pienso en mis gatas, en mis únicas hijas, en mi vida que se ha ido tan rápido, en mis ilusiones que algún día tuve y que ya ni recuerdo siquiera, en mis gatas que me van a dejar en un día de estos, en mi muerte…Moriré solo, un miércoles, por la mañana, sentiré frío, veré a mi madre y a Genara con la pequeña Greta, no habrá nadie conmigo, sentiré un dolor en el costado, no podré respirar, los ojos se humedecerán y sentiré calor de mis dos pequeños cuerpos blancos a los que quise tanto, a los que perdí un día de años atrás, miraré al techo y sentiré como un sopor, “es así” me diré, “es así”. 



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Mi vida con Genara, martes 9 de junio de 2015

- Desayuno solo, Genara no está para pedirme esa uñita de mantequilla.
- Cuando hago la cama ya no tengo ayuda, Genara saltaba de un lado a otro, perseguida por mí, y ella insistiendo en sujetar con sus garras afiladas la sabana bajera para mantenerla bien estirada porque quería participar en ese juego tan divertido…a veces la preguntaba si había sido en otra vida ama de casa o incluso, para molestarla, una humilde catifa venezolana.
- Tampoco encuentro, como elefante bajo un sombrero, una tenue forma bajo las sabanas de mi cama.
- Nadie salta al lavabo silenciosamente y me pide que abra el grifo para beber.
- Nadie me da la espalda en la cama ni nadie mueve la cola cuando hago ese particular ruido con la boca aunque estuviera durmiendo.
- Cuando subo la escalera al otro extremo, arriba, no encuentro un ojo, medio hocico rosa y una oreja blanca que intenta sorprenderme y que me recuerda que es hora de jugar al esconder.
- Nada es igual en la azotea, nadie otea el horizonte al caer la tarde, nadie duerme a la sombra del SUM evitando los calores del verano, no hay nadie que dance para mí bajo el titilar de las estrellas.
- Ya nadie se mira al espejo, “¡no te mires Genara!” la recriminaba, “no ves que eres una preciosa gata y que aún recuerdas tu época de aventurera o de arriesgado hombre de negocios o de princesa de una galaxia lejana y castigada a vivir en este planeta pequeño y convulso”, y en un gesto siempre tierno la cogía en mis brazos y la abrazaba intensamente…aunque la mayoría de las veces era a mí a quien miraba a través del espejo, era una mirada de suprema inteligencia, una mirada indagadora…y la verdad es que me daba miedo, “¡no me espíes Genara”, y ella se giraba sorprendida de que mi voz sonara detrás de ella.


Mi vida con Genara, miércoles 16 de junio de 2015


- El olvido emborrona los recuerdos.
- A Genara le gustaba subir al altillo del armario empotrado, exploraba afanosamente no se sabe qué, intentaba penetrar en bolsos de viaje y en bolsas con objetos varios, se arrellanaba en algún lugar muy oculto, se ponía a dormir pero se cansaba de dormir pronto y sentada sobre sus pata traseras, como gata egipcia sin pendiente de oro, oteaba el amplio horizonte habitacional. De esa altura no podía bajar por sí misma pero tampoco quería ser rescatada: veo a Fernando con un taburete entre sus dos manos subiéndolo hasta la altura de la gata Genara y llamarla insistentemente para que subiera y una vez su señoría accedía, no sin algunas reticencias, el taburete comenzaba a bajar muy lentamente, a manera de pequeño ascensor manual, y en ocasiones seguía como  volando airosamente hasta la misma cama o la cómoda donde la muy regia gata, sin dar salto alguno, caminaba con elegancia y displicentemente, sin maullido ni propina alguna, despedía de forma altiva al taburete-ascensor-pequeña nave tubular espacial-porteador blanco.
- Cuando subo la escalera al otro extremo, arriba, no encuentro a Genara mirando tranquilamente la azotea, como en espera a que yo suba.
- Cuando subo la escalera al dormitorio no siento aquella ligera brisa en las piernas ni veo dar un ágil y primoroso salto de tres escalones y esa mirada altiva decirme que una vez más y a pesar de la ventaja otorgada volvía a ser la campeona de velocidad de la casa.
- Ahora que ya no tengo que reñir a nadie por mirarse al espejo, me encuentro solo reflejado, y no me gusta.


Mi vida con Genara, lunes 22 de junio de 2015

- ¡Qué diferentes eran Genara y Greta! Cuando jugaba con Genara la posibilidad de salir herido era grandísima, aunque sabía que era un juego, ella no se retraía para nada, y  menos sus uñas que a veces quedaban clavadas limpiamente en mis  dedos, en la mano, rasgando finamente mi piel…Greta, cuando juego con ella, cosa casi imposible cuando vivía su madre, nunca saca las uñas, aunque sepa que es solo una cuerda o una hoja de una planta o un pequeño enlazador de plástico negro.
- Genara se comunicaba conmigo: utilizaba un trozo de paño de Spontex amarillo-verdoso ya ajado y gastado, que yo colocaba para usos varios bajo el bidet y que ella comenzó a coger en su boca como una “cartera real” y que entre ruidosos lamentos coloristas(como si le fuera la vida en ello) bajaba por la escalera y me lo dejaba cerca mirándome con ojos pícaros…eso significaba que no la hacía caso, que ya estaba bien de leer, de ver la tele, de mirar a esta pantalla luminosa pequeña, de dormitar en el sofá…era hora de jugar con ella o de acariciarla o de movernos los dos al ritmo de alguna música imaginaria
  Muchas veces cuando volvía a casa, me encontraba ese “pañito”, como yo le llamaba, tras la puerta, como muestra de preocupación por mi tardanza, en mi sillón reclinable, donde tantas horas pasaba sentado, en mi cama puesto de forma equidistante en el centro (como cuando ella se acostaba), en la terraza, lugar idílico y venturoso para los dos, en el sillón de la mesa del ordenador, lugar absolutamente incomprensible para ella…eso significaba que me extrañaba y que le gustaría tenerme en casa, siempre.
- La historia de las variadas composiciones con enlazadores de plástico y junto al agua y la comida de la entrada de la cocina cuando me ausentaba un fin de semana o en un viaje, es algo digno de contar:


Mi vida con Genara, miércoles 3 de agosto de 2015

- Los días pasan, pero los recuerdos con Genara siguen llegando como pequeñas olas a las orillas del mar.
- Hoy al dejar las gafas sobre la mesa pensé: Después de 19 años puedo volver a dejarlas en cualquier lugar incluida la mesa de la sala, sobre el cristal que cubre libros y objetos varios de mi vida… Genara ya no aprovechará ese descuido para mordisquear con verdadera fruición sus patillas.
- Este primer verano está resultando demasiado duro, ¿a quién confiesas el amor que sentías por Genara?¿A quién dices que si te encuentran alicaído y triste no es por el calor de agosto?... y piensas cómo no pueden darse cuenta
¿Cómo decir que no has querido a nadie tanto como has querido a esta pequeña gata blanca con la que has convivido 19 años y que te ha dado los mejores momentos de tu vida?
- Ahora puedes dejar abierta la puerta de casa y aunque venga la pequeña Greta a asomarse, tienes toda la tranquilidad del mundo porque no vas a tener que correr detrás de una gata traviesa como un niño, corriendo a trote con su rabo muy enhiesto, como dándote la posibilidad de que podías alcanzarla antes que, elegantemente y muy despacio, encontrara un refugio seguro en el balcón del patio del 2º A…desde allí me miraba y me decía “sigo siendo la más rápida ¿verdad?”.



Mi vida con Genara, miércoles 27 de agosto de 2015

- Le gustaba esperarme tras la puerta, nunca supe como sabía que estaba subiendo las escaleras porque a veces la oía maullar con esa voz suave y muy distinta a la voz bronca y gruesa de Greta.
- Cuando entraba en el patio de casa y de pronto miraba hacia arriba, a veces la veía allí sentada en el muro de la azotea dentro de casa y otras veces fuera, en la azotea de la comunidad y ahí empezaba a maullar, saltaba y venía presurosa a mi encuentro como si no hubiesen pasado solo unas horas desde que la dejé dormida.
- En los últimos meses Genara ya no oía bien y dormía tan profundamente que ya no me oía llegar y a veces, a pesar de haber encendido la luz de la sala o del propio dormitorio donde se encontraba, se despertaba como asustada y como sintiendo el peso de los años.
- ¡¡Hasta donde se podía encaramar!! Ayer, sentado en la terraza, viendo ese doble techo que nos hicieron sobre los dormitorios, pensé lo bien que habría estado ella protegida del frío y de la lluvia cuando tantas veces trepaba de forma mágica por la puerta de la terraza, subiendo como una aventurera por la malla que cubría la puerta y saltando increíblemente hasta lo más alto con una agilidad y seguridad increíbles. Después correteaba como loca, se asomaba siendo visibles solo las puntas de sus orejas y medios ojos, como yo la enseñé desde que era pequeñita, a veces me sorprendía y yo la llamaba ¡¡bájate, bájate ya!!...y ella bajaba cuando veía que no la hacía caso, al cabo de un buen rato…verla deslizarse por la escalera de forma tan silenciosa y pasar sin mirarme, derecha a la cocina como si de pronto tuviera una enorme necesidad de desaguar…yo aguzaba el oído y sentía como ella enterraba, siempre, su orina o sus caquitas, ¡¡hacía unas montañas tan bonitas!! ¡¡era tan elegante al enterrar sus cosas!!
- Greta me recuerda mucho a su madre, aunque en negativo, tan diferentes son…ella nunca enterró nada, a lo sumo lo olía y poniendo cara como de asco se marchaba rápidamente del escenario, a veces, como dos chicas que van al servicio de un bar, iban juntas a las bandejas de arena, Genara, como consternada por el comportamiento de su pequeña criatura, le enterraba también lo suyo ¡¡siempre tan limpia y aseada!!
- Hasta el último año de su vida ¡cómo se limpiaba la niña!, a veces la reñía ¡eso ya es puro vicio Genara!, podía esta una hora seguida limpiándose cada una de las partes de su cuerpo; luego también se acostumbró a que la cepillara…cuando era muy pequeña no comprendía el porqué de ese mi afecto, luego no podía vivir sin su cepillado, a cualquier momento y a cualquier hora, al final solo contó con esa ayuda inesperada y yo sabía que ella necesitaba sentirse limpia…lo peor fue cuando su pelo se apelmazó y tuve que ir cortándoselo para evitar esas bolas impenetrables ¡ella, que en la vida había tenido ninguna!
- Ahora que oigo comer a Greta de modo tan ruidoso e inconfundible, recuerdo que su madre era totalmente distinta también en esto: no se la oía apenas, comía con una gran suavidad y rapidez, cuando volvía a ver su plato ya nada había que recordara qué había sido puesto allí…Greta siempre deja algo o a veces todo, pero su ruido inconfundible, como comiendo con la boca llena, la acompañará siempre.


Mi vida con Genara, viernes 19 de febrero de 2016

-Han pasado muchos meses desde que murió Genara, Greta y yo sobrevivimos en lo cotidiano, allá donde mire siempre está su recuerdo.
- En invierno. ¡Los inviernos con Genara eran tan cálidos!…no había ningún momento en que yo estuviese sentado en el que mi Genara no viniese a tumbarse sobre mis piernas, bien aquí mismo, en este escaso y estrecho espacio frente a la mesa de ordenador, bien viendo la tele o bien leyendo siempre en mi sillón, en los últimos  años ¡tan dormida! que me daba cosa despertarla o moverla para poder ir a por un whisky  o al baño o atender el teléfono…¡nos dábamos calor mutuamente! En los últimos tiempos Greta también quería estar conmigo y parecía como que tímidamente quería reemplazar a su madre, ¡cómo es la naturaleza!, Genara la miraba como con violencia y consciente de su escasa fuerza la concentraba toda en su fría mirada ¡ acababan durante un  momento las dos sobre mí, Greta protegida por mi brazo muy subida sobre mi pecho, casi rozándome el cuello…pero al final se iba siempre ella…ahora ya no quiere estar conmigo, parece como que le guardara el lugar a su madre, parece como si esperara que volviese, para que no esté incómoda ante su presencia, intento retenerla y abrazarla, pero no quiere estar conmigo…es el invierno más solitario que hemos vivido, los dos…¡echo de menos a Genara! intento darle todo mi amor a nuestra pequeña hija, pero siento que estamos desvalidos y que cada uno a su manera la seguimos llorando.
- Entro en el diminuto baño, abro el grifo y espero encontrarme a Genara subida en el lavabo, tan ágil y silenciosa, bebiendo con avidez. Me miro al espejo… me miro al espejo y cierro los ojos.


Mi vida con Greta, jueves 5 de mayo de 2016

- Y hace un año que ella murió; Greta duerme sobre el sofá, a todas horas, cuando se despierta maúlla, por hambre, por sed, por dolor, porque extraña a Genara, no sé porqué maúlla y me encuentro nervioso y agobiado a su lado. Ya no salimos a la azotea, ella no quiere ir, yo la obligo pero corre siempre hacia el dormitorio y se acuesta en la pequeña alfombra…y a mí, me da pena salir y mirar el horizonte, porque ya no es nuestro horizonte. Respira mal Greta, igual que respiraba mal Genara; no come lo suficiente; no se lame ni se limpia y el pelo es una mata enredada e impenetrable que voy cortando poco a poco…sé que sabe que intento ayudarla, pero no le gusta, incluso el otro día comencé a cortarle sin darme cuenta un trozo de piel; ella al final bufa y hace como que me muerde, pero no aprieta los dientes…Genara me habría correteado y arañado sin pudor…
- Me abrazo, porque siento frío, porque tendré que volver a ejercer de Dios, tendré que decidir cuándo su vida va a terminar, y me muerdo la mano derecha porque dudo de si esos gritos no son porque todo su cuerpo le duele, al orinar, al defecar, al sentir su bonita piel aprisionada , al sentir que su vida va llegando a su fin y que ya no podrá subir por sí sola al sofá ni a la cama. Hace muchos meses que Greta no sube a una silla ¡¡Dios mío!! ¿qué hacer, qué hacer?
- Tengo la impresión que he cerrado la última puerta y que he entrado en el paisaje gris y frío, sin viento, sin ruidos, sin escondrijos, sin incógnitas que descubrir…voy por el camino de bellas colinas pero no, no hay sol en el cielo, ni paseantes con los que cruzar la mirada, nadie va conmigo; solo, con Greta en brazos protegiéndola de no se sabe qué, avanzo, y avanzo por ese único camino que se pierde en el horizonte… un horizonte de todos conocido y en el que tengo solo una esperanza, es muy pequeña pero lleva aguardándome mucho tiempo, quiere entrar conmigo por esa última puerta para nunca separarnos, nunca olvidarnos,  lo más bello que esta tierra me ha dado nunca, lo más bello…



A Genara allá donde se encuentre, estas líneas que con todo mi amor le he escrito




Mi vida con Greta, domingo 31 de julio de 2016

- Greta murió un jueves por la tarde, el 21 de julio, tras varios días que apenas comía, como si algo le impidiera hacerlo, comenzando a no poder dormir, a estar incómoda y dejando de maullar y gritar, lo cual me desazonó por completo. Ese jueves 21, caluroso día de verano, en plena hora de la siesta, abrumado y nervioso, cogí a mi Gretilla y la metí en esa cesta de viajes al veterinario, único lugar que ella conoció fuera de este hogar y de esta manzana de casas.
  Entré en la clínica y las palabras no me salían de la boca, pero me entendieron, Antonio el veterinario, su chico ayudante y la chica de labios inflados que me daba ánimos y me apoyaba en la decisión de poner fin a mi pequeña. El proceso fue similar al que conocí con mi bella Genara, dormición e inyección letal; la tuve dormida encima mía, sentía calor en aquel hueco de habitación que nos habían asignado, sentía desprenderse su pelo, desparramarse su cuerpo entre mis brazos, su cabeza caída, sus preciosos y grandes ojos abiertos, las orejas absolutamente rígidas; pero pasaba y pasaba el tiempo y el veterinario no venía a recogerla, empecé a sudar, a pensar que el efecto de la sedación se iba a amortiguar, pasó una eternidad completa…Cuando la tumbamos en la camilla, ella sintió el pinchazo, sintió que había varias hombres en torno suyo, y que solo unas manos eran las mías, dio un respingo…mi corazón se detuvo, ”qué fuerte es” comentaron. Todo era lento, la sangre que fluía a la inversa, de su cuerpo a la jeringuilla, la mezcla con el veneno, su regreso poco a poco…inmediatamente auscultó su corazón, “ya descansó, ya acabó Fernando”, quería llevársela pero le detuve, no sé si bruscamente, “déjame estar con ella un rato por favor, por favor”, abandonó la sala, me quedé solo con ella, besándola y a la vez comprobando que no vivía, me parecía que seguía respirando, sus ojos abiertos, muy abiertos. “Los gatos no cierran los ojos al morir ni al ser sedados” dijo la chica de labios abultados. Ahora no tengo coche, no pude llevármela, acabó como mi madre en una cámara frigorífica; al día siguiente, en la incineradora, me dejaron verla, estaba completamente congelada, no era ya Greta…

  Había muchos perritos en esa residencia, de todos los tamaños, ladradores, cariñosos, tristes, juguetones, algunos esperando que fueran a recogerlos que las vacaciones terminasen ¡¡qué alegres se pondrán al ver a sus amos!! Pensé; es un sitio muy bonito, con césped, con parcelas diferenciadas para cada tipo de perro; también tienen gatos, están en jaulas grandes, están tristes. Miré un momento a la chimenea, pero esta vez no vi el humo blanco, ni había nubes blancas, la habían rodeado con una pasarela de servicios metálica, aséptica, fría. Conversaba con mi amiga pero pensaba que aquí se acababa 20 años de mi vida con gatas, los más felices años de toda mi vida. 

    

        
 4 de abril de 2012